Aratirí llega a Cerro Chato. La minería a cielo abierto en Uruguay.
«Después de 200 años de haber conseguido la independencia respecto a los colonizadores españoles, Uruguay hoy se enfrenta a una situación compleja que muchos ya bautizan como un ejemplo claro de neocolonialismo del siglo XXI», Irene Tarradellas Ricart, Barcelona, España.
Conclusiones de una investigación realizada por Irene Tarradellas Ricart, Consultora senior en PricewaterhouseCoopers y Posgrado en Agentes de Desarrollo Internacional de la Universidad Politécnica de Catalunia, sobre el proyecto minero de Aratirí en Uruguay. (Se puede descargar el estudio completo en https://rapidshare.com/files/4003474703/Aratirí_llega_a_Cerro_Chato_Irene_Tarradellas.pdf)
Los efectos a corto y largo plazo
Más allá de posicionar la propia opinión a favor de un camino u otro, es necesario entender la complejidad de la situación y tomar conciencia de la diferencia de los efectos a corto y a largo plazo de la instalación de la multinacional en el interior de Uruguay. Igual que, con visión retrospectiva podemos observar que los colonizadores llevaron “adelantos” a las nuevas tierras, pero también desplazaron personas, segregaron pueblos e hicieron desaparecer culturas, algunos resultados a corto plazo ya son claramente identificables en Uruguay: a nivel macro, cambios en la legislación uruguaya y planteamientos a nivel social y político sobre qué tipo de país quieren los uruguayos; a nivel micro, grande e inesperado auge económico en el pueblo pero también importantes escisiones entre la población (con el consecuente clima social en tensión).
En cuanto a los efectos a largo plazo, observamos todavía hoy los resultados de la colonización del s.XIX, patentes en la mala distribución de la riqueza a nivel global, y las relaciones de dependencia entre ex colonias y países centrales (antiguas metrópolis). Del mismo modo, para el caso de Uruguay, se pueden identificar algunos efectos que va a tener el caso de Aratirí (si finalmente se lleva a cabo el proyecto) a largo plazo: cambios en el modelo productivo del país (pasar de una industria productiva como es la agropecuaria, a una industria extractiva, como es la minera), impactos medioambientales importantes (por la observación de casos muy similares en otros países de América latina) y una fuerte dependencia de la divisa uruguaya ante el mercado mundial de minerales (muy oscilante en los últimos años y totalmente dependiente de grandes demandas como la de China). A nivel micro, una profesora del instituto de Cerro Chato, nos comenta: “Hemos percibido una notable tendencia en la gente joven a desestimar la posibilidad de estudiar, pensando en cumplir 18 años y trabajar en la minera”. Si la actividad minera acaba sustituyendo a la agropecuaria, quedará en la región una gran masa de asalariados sin estudios (más allá de la secundaria), dependientes de una multinacional ligada a la industria extractiva de un recurso finito. Y la pregunta que nos planteamos es: ¿qué pasará cuando se concluya la explotación de los yacimientos? ¿O cuando se suspenda la misma por cualquier circunstancia internacional? Nadie da respuesta a estas preguntas.
El colonialismo no ha cambiado tanto
El afán de colonialismo de los más poderosos hacia los que menos tienen sigue estando vigente en la actualidad. ¿Qué ha cambiado y qué sigue siendo igual, en términos de colonización? Podemos observar algunas diferencias y similitudes claras entre el colonialismo del s.XIX y las prácticas actuales de neocolonialismo: Como aspectos que no han cambiado, podríamos destacar que las multinacionales llegan hoy a los países en vías de desarrollo de la misma manera que llegaron los primeros colonizadores, con la misma lógica del “espejito de colores”. Sus objetivos: entrar, extraer los recursos para su propio beneficio, llevándose por delante un montón de cosas (desde recursos naturales hasta derechos humanos o medioambientales). También hoy hay colectivos (como los antiguos caciques) que sienten complicidad hacia los objetivos de la minera y facilitan la entrega de los recursos y el consecuente “avance” de la empresa transnacional en tierras ajenas.
Por otro lado, como novedades respecto al colonialismo del s.XIX, destacamos la sutileza de algunos procedimientos, la complejidad en la legislación, y la presión social provocada por movilizaciones populares.
Los “colonizadores” ya no tienen que invadir; hacen tratos comerciales. Ya no tienen la carga de mantener esclavos; tienen peones locales los sueldos de los cuales suponen costes ridículos para la corporación. Ya no se responsabilizan por combatir a los insumisos, ya se encargan de que eso lo haga el gobierno huésped.
El neoliberalismo es la invención de fórmula tras fórmula para evadir responsabilidades. Pero lo que es evidente es que todavía hoy, los países de la periferia siguen proveyendo de materias primas para que viva mejor la gente de los países centrales o desarrollados.
¿Gobierno de izquierdas?
Después de haber analizado la situación, otra reflexión que creo importante es: ¿qué intenciones tiene el gobierno actual? ¿Hasta qué punto las decisiones de los dirigentes están en concordancia con los principios de un partido de izquierdas? Un gobierno que proclama ser de izquierdas, se está mostrando partidario de entregar los recursos del país a multinacionales que no acaba de estar claro por quién están dirigidas, y que además se sabe que operan en paraísos fiscales (como es el caso de Aratirí). Investigando un poco he averiguado que hay varias personas que trabajan con Aratirí que ocuparon cargos importantes en la administración de Tabaré Vázquez. Sin ir más lejos, el gerente general de Aratirí en Uruguay, Fernando Puntigliano, fue durante el gobierno de Vázquez el presidente de la Administración Nacional de Puertos (ANP) y es afín al Partido Socialista. Otro ejemplo es la contratación, como técnica de medio ambiente de Aratirí, de una miembro del gobierno anterior.
Fue durante el anterior gobierno que se empezó a “gestar” todo este tema con la empresa minera, y por muy izquierdistas que sean (tanto los anteriores como los actuales dirigentes), una cosa está clara: “poderoso caballero es don dinero”, y si hay una premisa que las multinacionales tienen clara es que “las opiniones y posicionamientos también se compran”. Esto puede servir para mantener “tranquilos” a los ya simpatizantes, pero también para ganarse el favor de los opositores, como ha pasado en muchas ocasiones en la historia del colonialismo y de las relaciones internacionales.
El gobierno progresista tiene una agenda de desarrollo muy convencional, que encajaría perfecto con las circunstancias propias de mediados del siglo XX. Probablemente esto tenga que ver con la generación a la que pertenecen la mayoría de estos líderes: es una clase política envejecida, generaciones que vivieron una época de cambios políticos muy importantes, época en que la variable medioambiental en el desarrollo no era determinante. Tienen por lo tanto una visión del desarrollo totalmente ligada a la economía, muy poca conciencia ambiental, y en absoluto tienen en cuenta la idea de sostenibilidad.
¿Cómo podría ser una agenda de un gobierno propio del siglo XXI? Planificar de otra manera la diversificación de los sectores productivos (y no extractivos), potenciando y apoyando, por ejemplo, a sectores de nuevos emprendimientos manufactureros.
La opinión de algunas grandes voces del país
Eduardo Galeano, en la recepción del título de doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Cuyo, hizo la siguiente reflexión: “Hay una parte importante de la opinión pública que se cree el cuento de esas inversoras, como es una minera o una industria forestal de esas que vienen, arrancan los recursos naturales y después se van. Pero son vendedores de prosperidad y felicidad que un día desaparecen, dejando tras de sí sólo agujeros y fantasmas, espacios vacíos. Desde hace cinco siglos que es así y eso tiene que enseñarnos. Defender nuestros recursos naturales es una parte sustancial de la defensa de nuestra identidad cultural”.
Miquel Soler Roca, en un foro sobre Formación de Formadores para el Desarrollo Rural36 hizo una reflexión sobre los mayores desafíos actuales del desarrollo rural, entre los cuales identificó la forestación, el monocultivo de soja, y la megaminería: “En un país pequeño, con tradición agropecuaria, y con muy poco terreno no habitado, si seguimos dejando vía libre a este tipo de prácticas, a la larga no nos quedará suelo”.
La reflexión final
En un momento de la historia en que se está forjando un movimiento global en América Latina en contra de la megaminería, el debate sobre alternativas de desarrollo en los países mineros es cómo reducir su dependencia de la minería o de la exportación de crudo, y la principal salida que se está planteando en muchos países, actualmente, como paso de emergencia, es potenciar y diversificar su producción agropecuaria.
Uruguay, un país con una tasa de crecimiento del 8,5%, con un desempleo bajísimo (estructural), y mundialmente famoso por sus carnes y lanas; un país con una base agropecuaria estable y rica… ¿Qué puede ganar abriendo sus puertas a las grandes corporaciones internacionales mineras?, ¿Qué gana la juventud, que está dejando de considerar importante estudiar porque encuentra su primer empleo en un dinero relativamente fácil, que tan pronto como lo consiguen se les escapa de las manos porque lo gastan?, ¿Está el gobierno pensando en “el día de después”, cuando Aratirí se vaya?, ¿Cuál es la apuesta de Uruguay de cara al futuro? ¿Qué modelo de país quieren los uruguayos?
Son muchas las preguntas que quedan por responder, pero el debate sigue abierto y vivo en la sociedad uruguaya. Y sin tener hoy respuestas para todo, el mero hecho de hacer la reflexión ya es positivo, y demuestra la responsabilidad y el compromiso que sienten los uruguayos hacia su país y su cultura.
No podemos permitir que se siga destruyendo el medioambiente. Lo dicho anteriormente, es bíblico.
Ya estamos grandes para que se nos engañe con cifras queriendo justificar estos actos. Mentes destructivas que van por el mundo despojando de sus riquezas a los pueblos que permiten y otorgan permisos para las extracciones de minerales, dejando al irse enormes cráteres, aguas contaminadas, tierras infértiles, Las riquezas patrimoniales de cada uno de nosotros, nos la roban impunemente, debido a la complicidad de los gobiernos de turno. No se puede permitir este tipo de atropello. Nos roban, y nos destruyen lo que más deberíamos custodiar. La madre tierra. Verguenza debería de darle a los gobernantes, el sólo planteo de una propuesta tan indecente. No tendríamos que ser unos pocos los que marchamos contra esta megaminería. Debería ser cada Oriental, que salga a la calle a exigir sus derechos. Afuera Aratirí. Los costos son demasiado altos y los paga la tierra. ¿Que tan buenos custodios somos de ella?
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