Impactos del extractivismo

«Ningún país se hizo rico con la minería»

La socióloga argentina Maristela Svampa, integrante del Colectivo Voces de Alerta, autor del libro «15 Mitos de la Megaminería Trasnacional», fustiga el modelo de desarrollo extractivista que elige Uruguay

Fernán R. Cisnero (en Suplemento Qué Pasa, El País, 23/7/11)

A Maristella Svampa no le gusta nada la minería a cielo abierto. Doctora en Sociología, becaria Guggenheim y profesora de la Universidad de La Plata, dedica gran parte de su trabajo académico a estudiar modelos regionales de desarrollo. Y el que apela a la minería le parece el peor. Estuvo en Montevideo presentando el libro 15 mitos sobre la minería transnacional.

-¿La minería es inexorablemente mala?

-El problema es el tipo de minería que se aplica ahora, que es diferente a la subterránea tradicional que también genera impacto ambiental. Y es diferente a la pequeña y mediana minería que aún se desarrolla en otros países. Los minerales son recursos agotables que no se encuentran más en la forma de vetas sino que están diseminados por lo que es necesario extraerlos utilizando tecnología cada vez más lesivas al medio ambiente. Un elemento fundamental de las críticas es que se trata de megaminería. Por lo cual los efectos nocivos son aún mayores. Hay más utilización de sustancias químicas (aunque no tanta en la extracción de hierro), cantidades exhorbitantes de agua, más necesidad de energía. Y hay impactos sociales y ambientales.

-¿Es una cuestión de escala, entonces?

-La escala y la sobreexplotación de los recursos naturales y la expansión de las fronteras de explotación a territorios que antes eran considerados improductivos. Lo que advertimos en América Latina es que en el momento en que los precios de commodities están cada vez más altos, aquí se consolida una tendencia a la monoproducción y al monocultivo y la provisión de materias primas al resto del mundo.

-La crítica, entonces es a un modelo de desarrollo.

-A un modelo denominado extractivista en que la megaminería a cielo aparece como una suerte de figura extrema. Es el modelo más condenado por las poblaciones y el que suscita más resistencia desde México a Argentina.

-¿Y cuáles son esas críticas?

-Las críticas se pueden resumir en tres elementos. Por un lado, la devastación institucional ya que en la mayoría de los países latinoamericanos el marco regulatorio que rige la minería y que le asegura una alta rentabilidad se sancionó en la década de 1990 a partir del «ajuste sectorial» promovido por el Banco Mundial y el BID y que aseguró una serie de beneficios enormes a las transnacionales; eso aún se conserva. Por otro lado es un símbolo del despojo económico de riquezas que son efectivamente cada vez más escasas. Y está la devastación ambiental que produce en las localidades donde se instala.

-Entiendo pero ¿qué debe hacer entonces un país que tiene un yacimiento de hierro? ¿No aprovecharlo?

-Hay que hacerse preguntas acerca del modelo de desarrollo que estamos eligiendo. En Uruguay, y en toda la región, se ha aceptado sin crítica alguna el nuevo proceso de división del trabajo territorial y global por lo que estamos condenando a América Latina a exportar materias primas, a la primarización de la economía, a la especialización productiva, a la consolidación de enclaves de exportaciones segregados de las economías regionales que dependen de actores extraterritoriales. Este es un problema muy grande. Y acá no hay distinción entre gobiernos de derecha y de centro-izquierda: todos han aceptado «un consenso de los commodities» como si fuera un destino manifiesto. Las opciones que está tomando América Latina van a tener grandes costos sociales y ambientales. Se piensa que gracias al precio de los commodities vamos a acortar de manera acelerada la distancia que nos separa de los países más desarrollados.

-¿Cuáles son los costos sociales?

-Ahí donde aparece la minería a cielo abierto hay conflictos sociales. Hay división de la población, las grandes empresas transnacionales en complicidad con los gobiernos intervienen en otros ámbitos de la vida de las poblaciones. En primer lugar en términos económicos. Como utilizan grandes cantidades de agua compiten con otras actividades económicas por tierra y recursos hídricos. Y como se suelen instalar en pequeñas y medianas localidades, los actores locales son más vulnerables. Se da una gran asimetría entre esos actores y las grandes empresas que empiezan a hacer una tarea de acción social empresarial que no son más que formas renovadas de clientelismo empresarial: controlan la producción y la reproducción. Un Estado dentro del Estado.

-¿Esos han sido los resultados en otros países?

-La megaminería se está expandiendo por toda América Latina y el primer país fue Perú. Los resultados son catastróficos. El país creció -y en el último año el 8%- pero hay más pobreza, más desigualdad y en las zonas donde hay megaminería hay conflictos sociales, represión muy fuerte y violación de derechos humanos.

-Pero en Perú o Bolivia conflictos sociales de ese tipo ha habido desde antes que tuvieran megaminería.

-Bueno, pero lo mismo pasa en Argentina donde hay más de 400 proyectos y ya hay problemas sociales con organizaciones formadas para combatir esa expansión. Hay conflictos porque las poblaciones se rebelan a que haya una imposición de un modelo sin consultarlos.

-¿Entonces Uruguay tiene un yacimiento de hierro al que debe ignorar para privilegiar otros modelos de desarrollo?

-No hay un ejemplo de un país de la periferia que se haya enriquecido por la explotación de minerales.

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